Tono tenía una fábrica, una casa con jardín y jacuzzi, una colección de coches antiguos, motos, novias, amigos de farras de esas de varios ceros a la derecha. Y un día, Tono se fue a la mar.
Tono tenía una configuración de animal de business, una energía obediente al mandato del triunfo y de las emociones fuertes, un padre padrone, un cuerpo deformado por el exceso, un para qué sin un por qué. Y un día, Tono se fue a la mar.
Te cuento la historia de este ex empresario de 48 años, que un día decidió escapar de sí mismo para ser otro. Un perderse para encontrarse y dejar atrás una manera de estar para la que había sido duramente instruido. Un destino, dice él, que casi le mata.
Y esta nueva historia tiene también el germen de un sentir sin nombre “Ya hacía años que llevaba un runrún dentro, había algo que me decía ¿la vida es esto, solamente?” Pero cada vez que sentía ese molesto zumbido, lo acallaba embarcándose en una nueva aventura. Hacía submarinismo, saltos en paracaídas, corría en moto, pilotaba ultraligeros…. “Voy a hacer de todo, me decía, pero después de haber disfrutado de la novedad, siempre volvía ese vacío. ¿Y ahora qué, tengo que llenarlo con más cosas?”. Y el llenar y rellenarse la vida de la manera que te voy a contar le fue comprimiendo tanto y tanto el ser, que un día de 2007 su cuerpo y su alma hicieron plof! y las cosas se precipitaron. Y mucho.
Empezamos. Sigue leyendo